“El futuro sólo puede construirse con la voz de los pueblos”

Cúpula dos Povos : Entre los días 12 y 16 de noviembre, la ciudad de Belém do Pará, la metrópoli de la Amazonía brasileña, fue sede de la Cumbre de los Pueblos, un espacio de encuentro y articulación de organizaciones sociales de buena parte del planeta, que desde 1982 es “un grito de resistencia, un eco de voces silenciadas por la desigualdad”.
Esta cumbre se desarrolló en forma paralela a la 30º Conferencia de las Partes (COP30) de la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático (CMNUCC), que culminó el 21 de este mes. Allí, representantes de países firmantes de la convención, organizaciones no gubernamentales, la sociedad civil, el sector privado y científicxs y expertxs evalúan el progreso en la lucha contra el cambio climático y toman decisiones para mitigarlo y adaptarse a sus impactos. Sin embargo, además de “evaluar” y “tomar decisiones”, principalmente “negocian” la implementación de algunas suaves decisiones -que después no cumplen- para abordar la crisis climática. No sólo siguen hablando de “cambio” climático, sino que proponen falsas soluciones alejadas de las medidas urgentes y necesarias que requiere el colapso climático y multidimensional que enfrentamos. Una parte importante de las propuestas no implican soluciones verdaderas, sino más bien mantener y/o profundizar un proceso de mercantilización de la naturaleza que avanza a pasos agigantados desde hace décadas y que nos ha traído hasta acá. A una semana de su inicio, la COP 30 mostró un estancamiento en los debates claves, dejando el abordaje de los asuntos más complejos para sus últimos días. Entre ellos, la obligación de la financiación del Norte Global, el fin de los combustibles fósiles y la aceleración de la reducción de emisiones, la transparencia en los compromisos climáticos y las medidas unilaterales de comercio. Finalizada la Conferencia, hay dos temas centrales que quedaron en la nebulosa y no se reflejaron en la decisión final: el abandono progresivo de los combustibles fósiles y los riesgos socioambientales de la extracción de minerales para la transición energética que propone el Norte Global. La “preocupación” por la crisis climática claramente no es tal, ya que “el fin de la dependencia del petróleo, gas y carbón” se pospuso para ser tratada el año que viene en una reunión internacional en Colombia. La otra cara de la moneda fue la Cumbre de los Pueblos, cuyo inicio coincidió con la llegada de flotillas de indígenas, campesinxs y organizaciones urbanas y la ocupación de la Zona Azul -la de las negociaciones oficiales- por centenares de pueblos indígenas denunciando el silenciamiento de sus voces en las decisiones climáticas. Con 25.000 inscripciones y la participación de más de 1000 organizaciones sociales a nivel global, las consignas de la Cumbre de los Pueblos retumbaron en los distintos espacios en que se desplegó: “No esperemos soluciones desde arriba. No son los expertos quienes salvarán el planeta”. “El cambio real viene de quienes viven la realidad, de quienes conocen la tierra, el territorio y el pulso colectivo del futuro”. Fue, como tantas veces, un grito global por la justicia climática y por una transformación justa y solidaria en la que los pueblos sean protagonistas de las decisiones climáticas.

Desde el Comité organizador de la Cumbre, compuesto por 43 organizaciones, se propusieron seis ejes de convergencia que fueron debatidos durante su desarrollo: territorios y maretorios vivos y soberanía popular; reparación histórica y lucha contra el racismo ambiental; transición justa, popular e inclusiva; contra las opresiones interseccionales, en defensa de la democracia y el internacionalismo de los pueblos; ciudades justas; y feminismo popular. Todos estos ejes fueron atravesados por la convicción de que la llamada transición energética propuesta por el Norte Global, sus corporaciones y estados, no hace más profundizar las actividades extractivas en el Sur Global y por ende la relación desigual y colonial entre ambas partes del mundo.
Culminados los múltiples espacios de debate, el 15 de noviembre la Cumbre de los Pueblos salió a las calles de Belém y protagonizó la Marcha Global por el Clima, en la que participaron 70.000 personas con consignas embanderadas que retomaron esas convicciones: en defensa de la justicia climática, contra el racismo ambiental y por la participación en las decisiones de quienes sienten en sus propias vidas las consecuencias de la crisis climática. Con un protagonismo de los pueblos indígenas amazónicos y de los movimientos sociales del país anfitrión, era posible distinguir la diversidad de voces organizadas de diferentes partes del mundo, prevaleciendo las de América Latina y el Caribe.

El último día, el 16 de noviembre, la Cumbre de los Pueblos entregó la contundente Carta Final al presidente de la COP 30. Allí, son quince las propuestas que develan otro mundo posible: confrontar las falsas soluciones de mercado; que los pueblos participen y protagonicen la construcción de soluciones climáticas, reconociendo el conocimiento ancestral; que se delimiten y protejan las tierras y territorios indígenas y de otros pueblos y comunidades locales; que se implemente una reforma agraria popular y se promocione la agroecología como garantía de la soberanía alimentaria; que se termine con el racismo ambiental y se construyan ciudades justas y periferias dinámicas; que se efectúen la consulta directa, la participación ciudadana y la gestión popular de las políticas climáticas en las ciudades; que se terminen las guerras y se desmilitaricen los territorios; que haya reparaciones justas e íntegras por las pérdidas y daños infligidos a los pueblos por proyectos extractivos; que se visibilicen, valoren y se consideren trabajo las tareas de reproducción de la vida; que la transición sea justa, soberana y popular; que se ponga fin a la exploración de combustibles fósiles; que las corporaciones y los másricos paguen los costos de la degradación ambiental; que la financiación climática internacional no se canalice a través de instituciones como el FMI y el Banco Mundial, que profundizan las desigualdades entre el Norte y el Sur; que se amplíe la protección de defensorxs que están siendo perseguidos, asesinadxs y desaparecidxs; y que se fortalezcan los instrumentos internacionales que defienden los derechos de los pueblos.Con una exclamación final de “Pueblos del mundo, uníos”, la carta llama a la unificación de nuestras luchas y a la organización de los pueblos para enfrentar al enemigo común.Culminando con un “banquetazo” en la plaza céntrica de la ciudad y habiendo convertido a Belém en la “capital de la justicia climática”, tal como lo proyectaba el Comité organizador, los caminos transitados en la Cumbre de los Pueblos demostraron que los pueblos dicen NO a los negocios del clima y SÍ a una transformación socioecológica y sistémica que los tenga como protagonistas.
Patricia Agosto
Noviembre 2025

Fotos: Agencia Brasil, Lizbeth Hernández, Kaja Negra y Patricia Agosto










